Tuesday, February 15, 2011

Batman - Lcdo. Oscar Acarón


Batman
por el Lcdo. Oscar Acarón

Mucha gente desconoce que mientras yo fui estudiante, el combustible a mi transportación, lo era mi dedo pulgar. No era hasta que llegaba el verano, en que Albert me prestaba uno de sus autos. Me imagino que ello tenía doble propósito y el principal de los dos no precisamente estaba relacionado con mi necesidad de transporte, sino con la necesidad, de que el nene de Toña hiciera el “scouting” para la cacería de tórtolas que se aproximaba. Había que contar los pichones en los posibles sitios, por donde entraban a las talas y cuantos entraban por cada una de las entradas. Tengo la ligera impresión de que ello era así, porque el auto prestado siempre llegaba al final del verano. Tres cuartas partes del verano me las pasaba de aventón. En ocasiones, como yo era novio de Doña Wanda Toro, me iba en “pon” para Villa Taína, donde ella se pasaba casi todo el verano, y Oscalín y Toña me iban a buscar después de las diez de la noche. Una de esas noches en que me fueron a buscar, llegando a casa, Toña había avistado a mi madrina Yelin en el balcón de su casa y decidió ir a repasar con ella las incidencias sociales de la semana. Yo me quedo con Oscalín, y en el cuarto de la TV me quito la camisa, los zapatos, y me siento sobre el terrazo, porque hacía mucho calor. De repente tengo esta sensación de que hay alguien caminando sobre el techo de nuestra marquesina y le pregunto a Oscalín que si el oía pasos sobre el techo. “Nene, eso son los ratones” me contesta. Paro la oreja y oyendo nuevamente pasos y le digo: “Ese ratón pesa como dos quintales” y en lo que el diablo se arranca una pestaña arranco hacia afuera, salto sobre la verja y quedo sobre la marquesina. Jumm, no veo a nadie. Le pego un grito a Oscalín y le pido una linterna. Para mi sorpresa ya estaba al lado mío, linterna en mano y encorajonado porque me había tirado afuera desarmado. Le quito la linterna de la mano y alumbro en 360 grados, buscando sobre las casas de los vecinos. No vi a nadie. “Estás loco, te dije que eso son los ratones, teniendo con que protegerte y sales sin nada en las manos arriesgao’ a que te den un cantazo” me increpó. “Aquí arriba había alguien” le dije. “Estás loco, no sabes el susto que me has hecho pasar. Desarmao’ pa’ acá afuera, ¿y si alguien y te hubiese dado un golpe?” No le contesté y me bajo del techo con el convencimiento de que allí había alguien. Entramos a la casa y no pasaron treinta segundos cuando oigo la voz de mi madre: “¡OSCALINCIIIIIIITOOOO!” El tipo se tiró por encima del portal de la casa de los vecinos y cuando vio a Yelin y a Toña se trepó por el portal contiguo, cruzó por el patio y brincó la verja trasera que tiene unos veinte pies de altura. Yo lo bauticé Batman. Era un voyeurista delincuentoso, que se trepaba al techo de nuestra casa para fisgonear a mi vecinita por las ventanas de arriba, la que se quedaba viendo TV hasta tarde, en pijamitas. Un par de meses antes, llegando yo de la escuela de derecho, en un viernes, yo había visto al tipejo fisgoneando por una de las ventanas de mi cuarto a mi prima Yelincita. Sigilosamente le eché mano a un arcabuz .357 que yo tenía y cuando llegué afuera, el tipo se había esfumado. No le dije nada a nadie y calladito guardé mi angelito de acero inoxidable; sin mucho alboroto. Luego del incidente de esa noche, Mami me llamó del trabajo, porque el tipo se le había parado frente a la puerta de la tienda (donde ella trabajaba vendiendo lencería) y al parecer, como ella lo había visto, el la retaba desde el pretil de la plaza. Eché carrera y llegué a donde ella en un par de minutos y al ver al magallete me le fui pa’ encima y se fue corriendo con el rabo entre las patas. Hay quien dice que quien le vende el alma al diablo, temprano el diablo le viene a buscar. Unos días después Batman entra al colmado de Memo Vale, en el sector la Pileta, a la entrada de mi urbanización. Uno de los habituales del negocito le advirtió a Memo que la sabandija alada había entrado al negocio y que no había salido, tampoco estaba dentro del negocio. Memo, quien era un jíbaro sabio intuyó la posibilidad de que hubiese salido por la puerta trasera, la que daba hacia las escaleras de su casa, la cual estaba en los altos del negocio. Memo subió a la casa e inicialmente no vio a nadie. Eso no le satisfizo y pensando que la rata voladora estaba escondida, se metió la mano al bolsillo y le echó mano al .38 S&W Special. Con el revólver por delante le da por mirar bajo la cama…y bingo. Se encontró con unos ojitos chulos que lo estaban esperando. El resto es historia. Luego de pegarle un grito al que le avisó inicialmente para que llamara a la Policía, los gendarmes llegaron por el murcielaguito imprudente, al cual hubo que pegarle la manguera y cambiarlo de ropa antes de echarlo en la perrera. Al parecer Memo le pegó el S&W entre las cejitas al quiróptero, lo amartilló y de la impresión se le aflojaron los esfínteres. Tiempo después le limitaron el vuelo encerrándolo en una jaulita junto con Centauro, en el Campamento Vacacional del Limón; por escalamiento. Años más tarde lo vieron de pasada por el barrio y se le veía exótico; caminaba...extraño. En el día de hoy Víctor González me envió la cita que reproducimos más adelante; no podemos estar más de acuerdo. Les suplico la lean con detenimiento. El estado siempre ha resultado ser incapaz de proveernos la seguridad que necesitamos, y no creo que vaya a cambiar.

Carrying a gun is a social responsibility. A citizen who shrinks his duty to contribute to the security of his community is little better than the criminal who threatens it. "The Constitutional and Social Obligation to Carry a Gun"-Robert Boatman

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