Saturday, February 12, 2011

Cuenta tu historia... Protege la 2da. Enmienda. Lcdo. Oscar Acarón


Cuenta tu historia... Protege la 2da. enmienda.
por el Lcdo. Oscar Acarón

En 1997 yo vivía en Voladoras, Moca y estaba casado con la mismísima Princesa de Voladoras. Hacia unos meses ya en que había empezado a dirigir la Junta de Apelaciones sobre Construcciones y Lotificaciones. Al llegar a la junta me entregaron lo que era el estándar gubernamental de transporte, un Mercury Grand Marquis en un color azulito que carecía de masculinidad. Yo venía de la ARPE y lo último que había realizado en dicha agencia era un trabajo de anti- corrupción, encomendado, aunque haya quien no lo crea, por el Dr. Pedro Rosselló. La vida está llena de sorpresas; estoy resolviendo un asunto en la oficina de los ayudantes y llega este individuo con un papel en la mano que resultó ser un permiso falso. Por ese empezamos y en un momento recogimos trescientos de los dichosos facsímiles ilegales. A consecuencia de ello surgieron varios incidentes donde la vida del nene de Toña se puso en entredicho y la prudencia llamaba a que echara mano de seguridad adecuada, la cual vino en la forma de una Beretta 96. El hecho de que cambiara de agencia, no necesariamente significaba que el peligro fuese a cesar. Es que le habíamos quitado el negocito a los falsificadores, a los concesionarios de dudosísima reputación que ostentaban los facsímiles y habíamos metido a la cárcel a mas de los que se esperaba. Ello sin contar el que extendimos el trabajo hacia la agencia y le sugerimos cariñosamente a un buen grupo de corruptos el que renunciaran, pues, para no tener que engancharlos en la bota. Este viernes en particular yo había salido temprano de la Junta y decidí ir a buscar al Javo (mi hijo mayor) a Cabo Rojo. De vuelta hacia Moca y con el Javo a bordo, pesco este Honda Si blanco que me sigue de la Carretera número 2 a la 111. Viene tras de mi pegadito, como una lapa, sin intención de pasarme. Pensé que se trataba de otro chistosito, por lo que sin mucha excusa aceleré sin pena camino a casa. El tipejo no se quitaba y tampoco pasaba, por lo que era obvio que quería algo más que correr. Definitivamente me estaba siguiendo y yo no iba a parar para preguntarle cual era su motivación. Este Grand Marquis era un lechón; llegaba a 114 mph y se flotaba. Tenía un gobernador electrónico que no le permitía sobrepasar 114. Después lo cambiamos por un híbrido que tenia las tripas de un Police Interceptor y la caja del auto de lujo, más recio, por mucho más rápido y más seguro. El Honda por el contrario era un auto balístico, ágil y de buen conducir. La cosa es que llego al cruce de la carretera 110 y el tipo no se quita, sigue allí balístico tras de mí. Ya estoy generando ideas a la velocidad de la luz, tratando de establecer estrategias para responder a la situación prudentemente y sin perder de mi conciencia de que el Javo anda conmigo. El punto crítico, pensé, estaba en el cruce con la carretera 125. Si el magallete que me andaba siguiendo viraba tras de mí, los huevos se ponían a peseta. Para mi desasosiego, el cornudo me siguió como el rabo a la chiringa. El Honda era por mucho más ágil y muchísimo más rápido que el lechón que yo andaba cabalgando, por lo que estaba obligado a pensar en “overdrive”; ya estábamos cerca de casa y este graciosito no podía enterarse de donde yo vivía y tampoco podía correr el riesgo de meter la situación dentro de la casa. Tampoco había tiempo para soltar el guía y ponerse a jugar con el teléfono y curiosamente no nos cruzamos con ninguna patrulla de la Policía que se viera atraída por el hecho de la exagerada velocidad. Parece que mi Ángel de la Guarda andaba bien despierto esa noche y tengo la dicha de que el “amiguito” de la abuela viuda que vivía frente a casa, estaba haciéndole la rueda, a ver si ella lo dejaba subirse al palomar; todos necesitamos que nos hagan un cariñito. El viejito tenía una Trooper nueva, de las últimas que eran bien grandotas y siempre la estacionaba unas yardas más al frente del portón de la viuda. Se me ocurre esta idea de parar de golpe de manera que quedara un poquito antes de la Trooper, dar reversa y pegar el rabo del Grand Marquis a la Trooper para que me sirviera de barrera. El único riesgo era que nos chocara, pero era una cucaracha contra un tanque. Al clavar los frenos, el tipo hace lo mismo y para casi al lado de la Trooper, nosotros nos vamos un poquito más adelante con el peso del condenao’ lechón, paro, engancho la reversa y me pego a la Trooper. El tipo pone reversa y se esconde detrás de la Trooper, por lo que lo único que nos separa es el vehículo de por medio. Intimando que la distancia entre los dos es extremadamente corta, siento este efecto escalofriante que me llega al…corazón. Mi…corazón era capaz de hacerle rosca fina a un alfiler. Le digo al Javo, que apenas contaba con diez años, que se metiera bajo el dashboard y “¡No salgas hasta que alguien te venga a buscar, no importa lo que oigas o lo que pase!”. Le echo mano a la 96 y prendo la luz interior del carro al propósito de que vean la pistola antes que salga y abro la puerta un poquito, sin muchas ganas, pensando que tenía que madrugarlo para evitar que llegara primero él a mí, porque entonces me ponía a riesgo el Javo. Levanto el guía, me volteo en el asiento, pongo la rodilla izquierda en el asiento y saco la pistola delante de mí. El tipo no lo pensó, puso reversa y se despegó de la Trooper a las millas, hizo un 180 y clavó la uña. En ese momento lo único que sentía era alivio y que una gota de sudor frío iba rodando por entre las lomas debajo de la espalda. Prendí el auto de nuevo y seguí dando una vuelta, con el propósito de constatar que no hubiese nadie extraño en el área antes de retornar y entrar a la casa. No quería que esta cucaracha me fuera a ver entrar a mi casa y la localizara. ¿Qué hubiese sido del Javo y de mí sin la ayuda de la 96? ¿Quién sabe? La prensa solo destaca acontecimientos negativos. No recuerdo, en mucho tiempo, haber visto una noticia local en que se destaque que una persona ha salvado su vida con su arma, por el contrario, eso es un suceso impublicable. ¿Cuántas personas, todos los días, se enfrentan con una situación donde su vida haya salido a flote debido a la presencia oportuna de un arma? Realmente no tengo una idea, pero me atrevo a apostar que muchas más que las que se convierten en estadísticas en un año. Diez veces más, me atrevo a decir. En 54 años he tenido más incidentes que decenas de años y gracias al Gran Espíritu, aun estoy aquí, un templario, a favor de la defensa de nuestro derecho. Dios nos cuide de que se nos convierta en borregos ante los lobos. Yo prefiero ser león. Cuenta tu historia, ten valor y toma la mía como ejemplo. Por mi parte, ten paciencia, tengo otras para contar, en las que de la misma forma, si no hubiese estado protegido, hoy ocuparía un nicho en un campo santo…protege tu derecho bajo la 2da. Enmienda.

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