Thursday, April 5, 2012

Sobre la seriedad de la 2da. Enmienda


Sobre la seriedad de la 2da. Enmienda
Lcdo. Oscar Acarón

¿Qué tan serio debemos tomar la Segunda Enmienda? ¿Cuáles son los extremos de la 2da. Enmienda? ¿Está la 2da. Enmienda limitada a solo una clase de armas? ¿De dónde nace la necesidad de una Segunda Enmienda? ¿El exponente a la Segunda Enmienda tiene que ser “politically correct”? El año es 1776 y curiosamente coinciden en el mismo lugar y al mismo tiempo un puñado de hombres que se ven aquejados por el mismo mal: el germen de la tiranía. ¿Tiranía? ¿Impulsada por quien? Sencilla la contestación: la tiranía que venía de la cúspide de los engreídos privilegiados; de la Corona Inglesa, de la monarquía y su pandilla de nobles acostumbrados al gobierno opresivo. Una vez ganada la guerra de la independencia y plantada firmemente la Constitución, comenzó el proceso de la confirmación de la misma y el proceso de enmendarla. Vean que curioso, la Primera Enmienda y nosotros estamos hablando de la Segunda. Si eso no les hace sonar una alarma dentro de su disco duro cerebral, mejor que lo haga, porque por algo no es la tercera, o la cuarta, o la decima, o la decimocuarta. Lo que ocurre es que de nada sirve una Primera Enmienda sin la existencia de una Segunda que la proteja. Extensas discusiones afloraron sobre la NECESIDAD de la inclusión de la 2da. a la Constitución. Pueden leer de ello en el famoso libro “El Federalista” o como se conoce en inglés “The Federalist Papers”, una colección de ensayos periodísticos atinentes a la formación y depuración del documento que daría orden y vida a una nueva nación a la que la tiranía le resultaba en extremo repugnante. Sus autores lo fueron Madison, Hamilton y Jay. La 2da. Enmienda se incluye con dos intenciones como fundamento: históricamente se reconocía el derecho a tener y portar armas para la auto-preservación de la vida y para ejercer el derecho a la caza, pero en el contexto constitucional permea una segunda intención fundamental: la 2da. Enmienda es el repelente, la póliza de seguro contra la tiranía (interna o externa, de donde venga). Por lo que vamos a la primera interrogante: la importancia. Al menos para mí es de absoluta importancia. La vida NO se deja al criterio de terceros para protegerla. En estos días hemos visto como el sabihondo alcalde de Washington DC les dice a sus ciudadanos que es más seguro dejarse asaltar que protegerse. ¡Claro, con la boca es un mamey y con el trasero es un cupey! Esa es la misma dinámica que plantean varios de nuestros honorables políticos, a quienes, con todo el respeto que se merecen, ¿Por qué rayetes no se sacrifican ellos por mí cuando el magallete me suelte una bala, un cuchillazo o un batazo? Sí, que se paren entre el criminal y yo, y como esa es la filosofía “correcta” (“politically correct attitude”), que me sustituyan en la tumba, que yo ese asunto lo quiero dejar para mucho después, para cuando la más absurda vejez me atrape. Es que me quedan unos pocos tiritos aun por disparar. Ah, pero ellos no, como los privilegiados nobles, ellos se encuentran protegidos por su seguridad, a la vuelta redonda, 360 grados y prefieren que tú y yo les sirvamos como corderos de sacrificio en pos de su mejor bienestar. Los ciudadanos son el “buffer zone” entre ellos y el criminal. ¡Qué bonito, ah!. Por lo tanto, tan importante como la vida misma es la 2da. Enmienda. ¿Cuáles son los extremos de la Segunda Enmienda? Pues en realidad no tiene ningunos y los que se plantean solo están basados en la absurdidad de la ignorancia y en la falsa seguridad del control. ¿Tiene la policía control sobre la criminalidad? NO, no lo tiene, porque si lo tuviera, no habría crímenes, ni delincuentes en la calle y ese NO es el caso. ¿Tienen ustedes una idea de a cuantas millas queda Caracas de la ciudad de Ponce? Queda a trapos de 513 millas. En Caracas reside un loco degenerado, comunista y tirano que desde hace años, además de haberle vendido el alma al diablo, se viene apertrechando y armándose peligrosamente hasta los dientes. Se hizo pública una comprita de 100,000 AKs y otra que hizo de aviones Sukhoi. ¿Para que los quiere? ¿Para que cuando el cáncer le invada su negro cerebrito le dé por invadir territorio americano, a manera de dejar un oscuro legado antes de su muerte? En menos de 45 minutos el muy demente podría estar tocando la puerta en Ponce para hacer un reguerete de sangre y comenzar una invasión. Y si los ciudadanos estuviesen desarmados, ¿quién va a formar el posse commitatus a la orden del Gobernador, el Chapulín Colorado? Los puertorriqueños vivimos en un falso sentido de seguridad y nunca pensamos en que podamos ser el escenario de una invasión. ¿Locura extremista? Sí, claro que sí. Pero el control no existe, es una fantasía, y en un planeta lleno de perturbadas e ignorantes mentes, cualquier cosa puede pasar. Al igual que Isoroku Yamamoto, cualquiera lo piensa antes de empezar un conflicto en un lugar donde uno de cada dos civiles está armado. Pero ello no deja de ser un extremo a la 2da. Enmienda, para eso se incluyó en la Constitución, pensando precisamente en ese extremo. Y claro, aunque las ametralladoras y los silenciadores pudiesen estar en controversia, en caso de una invasión por parte de un tirano foráneo, entonces esos artefactos hacen más sentido. ¿Cuál es la razón, si alguna, para no estar entrenados con ellos? Los casos de Heller y Mcdonald hacen un amago de entrar en cuanto a que armas pueden ser sujeto de la Segunda Enmienda y se dirigen dentro del tema a señalar aquellas que se visualizan como armas preferidas para la defensa de los ciudadanos. En los pasados años no hay un arma que tenga más popularidad que un AR15 en cualquiera de sus clones. Cuando el presidentico de Obama ganó la elecciones no había no tan siquiera un receiver de AR para hacer un caldo. Hubo una escasez de munición increíble. ¿Extremismo o seguridad? Desde el punto de vista del “politically correct” se trata de extremismo, pero visto esta que mientras la política de Obama se mueve en una dirección, los ciudadanos se mueven en otra. Las mentalidades de los ciudadanos no coinciden con la mentalidad del “politically correct politician” y jamás, en nuestro ambiente local, vamos a lograr esa exposición en el “extremo” del control. Si, para algunas personas las armas resultan ser antipáticas y si a estas se les ponen silenciadores o se hacen automáticas, pues mucho más antipáticas son. Hay un sector bastante grande entre nuestros tiradores que les gustan esos embelecos porque coquetearon con ellos en las fuerzas armadas y otros porque añoran “jugar” con estos aparatos. Yo no le veo nada de malo, pero el que observa de afuera nos tilda de locos furiosos cuando alguien de la banda de acá se babea por soplar una rafaguita para saciar su necesidad de purificar su alma con unas inhalaciones extremas de nitrocelulosa. ¿Pero es que el que pretende que te dejes matar está en su sano juicio? ¿Es que el que pretende que te dejes matar no es un extremista, más extremista que quien se le ocurre que disparar ametralladoras o usar silenciador puede ser práctico y divertido? Yo, que tengo que comportarme dentro del “politically correct syndome” no puedo hacer expresiones sobre el asunto, pero el fenecido Frank Blassini diría que el que pretende que te dejes matar es un parido por el trasero. Claro, tal cosa yo no lo puedo decir, pero Frank, sí lo hubiese dicho, y con la mayor tranquilidad, no importándole la opinión de ningún pivilegiado “politically correct” inundado por el virus de la mojigatería. ;)…Molon Labe…


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