Marisela Martínez
DAMAS DE LA SEGUNDA ENMIENDA
Personalmente creía conocer mis derechos, pero no fue hasta vivir una mala experiencia cuando aprendí que por ignorancia había renunciado a ellos y había dejado mi suerte en manos de otras personas. Fue entonces cuando entendí que era mi responsabilidad preservar mi vida y la de los míos. Entendí que nací con el derecho a defender mi vida y que bajo la segunda enmienda de la constitución de los Estados Unidos soy libre de escoger la forma de cómo o con que lo hago.
Muchos violaron mi tranquilidad y mi seguridad, tres personas tras intentar invadir mi casa sin ser invitados y el gobierno por discriminar por mi estatus económico y social imponiéndome una suma de dinero exuberante, leyes y trabas para ejercer mi derecho a la vida.
En enero de 2011 mi familia y yo fuimos víctimas de un escalamiento y al igual que muchos ciudadanos, nuestra primera reacción fue contactar a las autoridades buscando obtener seguridad ante lo que estábamos presenciando, pero al contrario, fuimos cuestionados y decepcionados cuando por fin llegó la policía cuarenta y cinco minutos después. Una vez capturados los sospechosos y después de haber confesado que eran ellos los que realizaron el escalamiento, fuimos influenciados a perdonar a nuestros atacantes ya que se trataba de tres jovencitos los cuales tenían casi la misma edad que nuestro hijo mayor y a leguas, se notaba que habían sido protagonistas de una vida dura y sin mucho apoyo. Por el temor a represalias contra nuestra familia y la repetición de otro ataque decidimos dejar este evento en el pasado y darles otra oportunidad a estos tres jóvenes de no ser encarcelados. Pero esta acción de caridad no fue más que una vacía, ya que a los seis meses de lo ocurrido nos enteramos por una agente correccional que siguen en malos pasos y sin intención de mejorar sus vidas. Tristemente tuvimos que admitir que hicimos un error, que no tan solo seguíamos en peligro pero que otras personas estaban en peligro por igual al darle otra oportunidad a tres delincuentes que vivían decididos a vivir una vida basada en el crimen. Desde entonces vivimos temerosos de los que nos pueda pasar en nuestro hogar y no ha valido cámaras, alarma, dos perras y verjas para nosotros sentirnos cómodos y tranquilos en nuestro hogar. Entonces, entendimos que la mejor manera de preservar nuestra vida era armándonos con un arma de fuego en lugar de arriesgarnos a tener una confrontación física con un criminal. Lamentablemente, esta forma de defendernos se nos presento como una difícil de adquirir por su costo, sus posibles consecuencias legales en caso de utilizarla y el tiempo interminable que conlleva el proceso para conseguirla.
Pero siempre he pensado que las cosas pasan por un propósito, pues después de sentirme inútil sin la esperanza de poder pagar una licencia y aportación de arma para sentirme más segura dentro y fuera de mi hogar, Dios puso en mi camino un grupo de personas que han ayudado a mi familia y a mí a conocer nuestros derechos como ciudadanos decentes y responsables y a ver la importancia que tiene dar estos a valer. Aparte de ir poco a poco eliminando los miedos y tabúes que me habían inculcado sobre las armas de fuego, se ha desarrollado en mí una persona exigente y luchadora la cual merece ejercer su derecho. Hoy, soy parte de varios grupos totalmente comprometidos a informar y educar a otros sobre lo que se nos ha privado por muchos años, tener la libertad de defendernos sin tener que ser cuestionados como criminales o pagar cantidades ridículas para ejercer un derecho el cual es garantizado por la Segunda Enmienda de la Carta de Derechos de la Constitución de los Estados Unidos de América.
Debido a tanta corrupción y a la ola criminal que nos arropa y parece no cesar, no podemos dar cabida a la ignorancia. Tenemos que empaparnos de información la cual este tan clara como el agua y nos ayude a conocer cuáles son nuestros derechos, en especial, el derecho que todos tenemos a defender nuestra vida.
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