MOLON LABE
Lcdo. Oscar Acarón
Lcdo. Oscar Acarón
La vida es el tesoro más extraño y más preciado dentro de todo el  universo. Todo ese inmenso espacio apiñado de inmensas galaxias,  trillones de soles y a saber el mismo Dios cuantos planetas, carecería  de sentido alguno si no hubiese vida en el. Nuestra Divina Ascendencia  resulta ser quien mayor conciencia real tiene en el asunto. Tenemos por  seguro de que no fuimos paridos por una piedra y aunque pudiésemos  pensar que algunos de nosotros se cayeron de una mata de plátano, más  seguros aun estamos de que ningún hombre ha llegado a la vida por la vía  vegetal. Nuestro empeño preservador de la vida es tal que hemos  desafiado al mismísimo Ángel de la Muerte inventando toda clase de  remedios al efecto. Hemos buscado incluso remedios al cáncer, al SIDA, a  las condiciones cardiacas y pulmonares y a toda condición o enfermedad  conocida o no conocida con tal de librarnos de la muerte. Más aun, hemos  recurrido a todo manifiesto sagrado en nuestro empeño de librarnos  también de nuestra muerte espiritual. Tan ello es así que solo un  reducto número de hombres permanecen sumidos en la idea de la  inexistencia de Dios. Pero es que su lógica intelectual aun no ha  alcanzado la última de las preguntas: ¿De dónde, si de algún sitio vino  la vida? En más de una ocasión he utilizado el ejemplo de la guerra en  los cielos para ilustrar que lo que en un principio hubo, Dios en  persona lo defendió con su ejército de Ángeles liderado por San Miguel  Arcángel. Si “Luci” hubiese ganado en esa guerra, el universo seria un  espacio carente de luz donde almas desparramadas andarían penando por su  desgracia. Pero la irracionalidad del hombre es tal que en sus  arranques de supuesta intelectualidad promueven la idea de que los otros  hombres carecen del derecho a defender su vida, que no podemos tener  armas, porque eso es malo. Háganle al Padre de todos los hombres la  misma pregunta. ¿Por qué no esperó manso y tranquilo el ataque de “Luci”  y sus esbirros? Me imagino que la razón estaba en que la vida del  universo se encontraba al rescoldo, que lo que había ideado no se iba a  dar, que sus preciadas “almas” (vidas) no iban a conocer de su libertad y  de la felicidad,  menos aun de lo dulce y descabellado y maravilloso  del amor. La noticia nos trae el anuncio de otra desgracia; un neurópata  conocido ha muerto si ni tan siquiera poder defenderse. Lo atrapó  incauto uno de los esbirros de “Luci” que pulula sobre la tierra. En  este momento, para mí, las razones que pudiesen tener los asesinos poco  me importan. Este hombre fue atrapado en su inocencia y ni tan siquiera  pudo defender el tesoro más preciado del universo: LA VIDA. Defender la  vida es importante. Ese detalle no puede pasar desapercibido a nuestra  conciencia racional y aquellos menoscabados mentales que piensan lo  contrario no cuentan ni con mi apoyo ni mi respeto. No permitas que  nadie te quite ese derecho a defender tu vida, defiende la 2da. Enmienda  de la Constitución de los Estados Unidos de América o en su defecto  defiende uno de los mandamientos del gran prócer Ramón Emeterio  Betances; el DERECHO a poseer y portar armas. Tu vida  lo necesita.





