El maestro y el saltamontes
por el Lcdo. Oscar Acarón
por el Lcdo. Oscar Acarón
Ya que los hechos que voy a narrar están a más de treintaicinco años de distancia y de que ambos personajes se retiraron al mundo paralelo me voy a dar a la liberalidad de mencionar el nombre de ambos. Una buena tarde de aburrimiento inspira el sentido de aventura y travesura en cualquier cristiano. Ante la circunstancia de que los patos ya habían llegado del norte en su anual evento de migración, comenzaron a hacerse en el balcón de la casa de Mariana los necesarios ejercicios de contabilidad, al efecto de establecer la logística necesaria a un prospectivo evento cinegético. Tantos en el Charco de las Vacas, mas cuantos en el Catalán, muchísimos en la Ele y miles en la orilla de Tuto y la calculadora neurológica ya estaba echando humo. La cuenta ya en las cinco cifras y aquellos dos soñando con hacer unos tiritos a los ánades silvestres. Las emociones perspiraban el tema y los improvisados contables, luego de torturarse por un par de horas y de babearse hasta el cuello, degeneraron en la conspiración. En el Salitral los patos estaban que chocaban unos con los otros; algo siempre ha tenido esa condenada marisma que es un magneto para los pichones con chapaletas. Ante la creciente urgencia se comenzó a urdir un plan dirigido a un ataque de infantería de marina. Estemos conscientes de que la implicación era de una “vedita”. La hora ideal era al oscurecer, porque la vigilancia oficial del área cesaba al rayar las 5:00 PM así que comenzaron los preparativos. El nene de Coca salió como un bólido para su casa a buscar escopeta y cartuchos. El hijo de Minina agarro la suya y pa’ allá vamos. Como ladrones en la noche, sigilosamente atraviesan un bosque de aromas y se aproximan a la orilla del charco determinando que se iban a mover un poquito más hacia el oeste hasta alcanzar el conchero y entonces penetrar y colocarse al margen del mangle. Tan pronto tocan el agua, los patos levantan vuelo y se alejan hacia el este. No era para preocuparse, era cuestión de unos minutos y los patos habrían de retornar. Toman posiciones ideales al margen de los mangles y esperan unos minutos. A la vuelta se aproxima una bandada y el nene de Coca grita: “¡Toño, ahí vienen los patos!” y este responde: “¡MIRA, cállate y espérate allí que tengo que hablar contigo!” Vadeando hacia Sánchez se aproxima Toño y le dice: “Serás bruto, animal, aquí no me puedes llamar por mi nombre. Cualquiera puede escucharnos y si saben el nombre nos pueden ir a buscar… ¡Ignorante!” A lo que Sánchez responde: “¿Y cómo rayos te voy a decir?” Y Toño le contesta: “Sencillísimo, dime Maestro, que yo te diré Saltamontes”.
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