Mamá
Lcdo. Oscar Acarón
Lcdo. Oscar Acarón
Si en algo puedo estar en lo correcto es en que Mamá ( quede claro que Mamá era la referencia a mi abuela, Mami o Toña, como todo el mundo la conoce, es mi madre) se llamaba, agárrese el sombrero, Monserrate Etelvina Sepúlveda Sosa. Ni el demonio en persona la hacía usar su nombre real, siempre se hizo llamar Esther Sepúlveda. Me imagino que era más cómodo a su ego. Era una mujer de apenas unos cinco pies de estatura y con un genio de cinco millas de altura. Era difícil, terca, obstinada, dictatorial y selectiva por demás. La mejor historia que he oído de ella, y de lejitos, de sus propios labios, fue la forma en que se apropió de Carmen Socorro Sepúlveda Sosa, hija, mmm, por la izquierda, de un hermano. La crió como su propia hija, a quien luego se convirtió, en más hermana que hermana de mi padre, y tan tía mía como la más de las tías. Era una mujer educada, producto de la cultura de la hacienda de caña. Sabía de medicina como sabía de la crianza de animales de todas clases, hábil en cualquier tema, excelente tertuliante. Amante de las rosas y de las orquídeas, como también de las guanábanas, de los anones, del tamarindo y del coco. Le fascinaban los perros y los pájaros, en especial los turpiales y los ruiseñores. De hecho, tuvo un turpial al cual le llamaba McDowell, porque el condenado cantaba cuando iba a llover. A mi mejor recuerdo no tenía miedo a ninguna controversia, de la clase que fuese y mejor caía muerta antes que ceder. Recuerdo que Papá, cuando yo aun era un nene, hizo alguna travesurilla de las del y ella fletó un carro público yendo a tener una controversia con la dama complicada en el asunto. Después regresó a la casa y Papá, hombre sabio, negó hasta el cansancio el asunto. Me imagino que de haberlo aceptado, Papá hubiese sufrido un envenenamiento repentino con plomo. Es que Mamá no le tenía miedo a nada, con excepción de los rayos y los truenos, producto de un incidente en su infancia relacionado con una tormenta de rayos, que en alguna época se estacionó sobre La Albina, la hacienda donde se crió. Tan es así que Mamá se quedaba sola, de noche, en su inmenso caserón de madera, asegurada de que el Harrington & Richardson cal. 38 S&W Short, propiedad de Papá, estuviese al alcance de su mano, en la mesita de noche, debajo de la Biblia. Y créanme, lo sabía usar. Varias veces la vi dispararle a una lata de galletas, a unas diez yardas y meterle, encentradas, de cinco, cinco. Esta mañana confronté la desagradable noticia de que dos ancianas habían sido asaltadas a fuerza de trancazos y una de ellas murió producto de la afrenta de los hijos de puerca ladrones. Es una pena que Mamá partió hace tiempo hacia el mundo paralelo, porque de ella haber estado allí, les hubiese concedido boleto de ida al Hades, donde Cancerbero, antes de dejarles entrar por las puertas del mundo de los muertos, se los hubiese empalado a todos, y con qué gusto. No importa su edad, no lo piense, RECLAME Y HAGA VALER SU DERECHO A LA 2DA. ENMIENDA, NO CEDA. Ello puede ser la diferencia entre la vida y la muerte. Dios cuide a todos nuestros venerables ancianos, un fuerte y apretado abrazo de nieto a todos ellos. De estas damas haber tenido con ellas la protección adecuada, estos cochinos ladrones y asesinos ya estarían en el infierno tratando de protegerse el trasero de “Luci”, quien ya estaría encariñado con ellos…vamos a ver si Chancha los logra atrapar ahora.
Lcdo. Oscar Acaron, su relato me hizo recordar una historia de mi abuela. Tengo una tía que cuando era pequeña y vivían en el barrio Collores, le dió meningitis y quedó entonces sorda y con retraso mental. Un día, en aquella turbulenta existencia en la que la necesidad minaba la vida en el campo, mi abuela sorprendió a un depredador sexual tratando de abusar de mi tía, que era todavía una niña. Mi abuela estaba armada de un machete y a machetazos mató al individuo. Entonces, el juez municipal de la época dijo que no cometería un segundo crimen procesando a mi abuela y de allí hasta su muerte vivió en santidad... porque mi abuela murió como muere un santo, en paz.
PR Armed Citizen
Lcdo. Oscar Acaron, su relato me hizo recordar una historia de mi abuela. Tengo una tía que cuando era pequeña y vivían en el barrio Collores, le dió meningitis y quedó entonces sorda y con retraso mental. Un día, en aquella turbulenta existencia en la que la necesidad minaba la vida en el campo, mi abuela sorprendió a un depredador sexual tratando de abusar de mi tía, que era todavía una niña. Mi abuela estaba armada de un machete y a machetazos mató al individuo. Entonces, el juez municipal de la época dijo que no cometería un segundo crimen procesando a mi abuela y de allí hasta su muerte vivió en santidad... porque mi abuela murió como muere un santo, en paz.
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