Alivio
por el Lcdo. Oscar Acarón
por el Lcdo. Oscar Acarón
El 20 de febrero de los corrientes se nos informó por la prensa de que las intenciones de un asaltante se vieron frustradas inesperadamente al encontrar en su camino un proyectil que le imposibilitó concretar su cometido. Aunque la relación informativa fue en extremo parca, nos quedó claro que el desafortunado malandrín tuvo que hacer la ruta con el barquero rumbo a las puertas del Hades. En forma alguna me puedo imaginar su cara al enfrentarse con Cerbero, quien por dichos anteriores, no es del todo un can simpático con aquellos que en vida no observaron buenas costumbres. No es cosa para alegrarse, sin embargo, algo hay dentro de mí, que de cierta manera me libera de mayores preocupaciones. Es que otro parido por el trasero se encontró con un correcto destino. Definitivamente resulta ser un alivio el que un ciudadano decente se pueda defender y no haya ido a formar parte de las estadísticas. Acabando de entrar al Colegio, recuerdo, se suscitó un incidente muy interesante, el cual vale la pena relatar. En la carretera hacia Boquerón existía una torrefacción de café la cual pertenecía a una persona muy conocida de mi pueblo, al cual vamos a hacer referencia como Lando. Este señor siempre fue un hombre emprendedor quien trabajaba duro sus negocios, muy preocupado por su familia. Jovial, parlanchín, pero definitivamente no era pariente de Juan Bobo. Yo tengo la impresión de que el siempre intuyó la posibilidad de que un día las cosas podían ponérsele bravas. El café siempre ha sido valioso y su torrefacción, de todos conocido, era productiva. No hay forma alguna de que una operación como esta pueda camuflarse. El olor a café tostado es un delator. Lando visitaba consistentemente el negocio de Juaniquín Mendoza en Cabo Rojo para agenciarse una buena cantidad de municiones en 9mm para su pistola Beretta y consistentemente, por lo menos una vez a la semana, practicaba en Caballeros de Colón, al lado del Río Guanajibo. Esta noche en particular se encontraba en su casa junto a su familia, y en su deseo de ir a la cocina pasa en frente de las ventanas que se encontraban abiertas, cuando de repente, un fogonazo viene desde afuera. Siente un calentón en una de sus caderas y al mirar la nevera que tenía a su lado se da cuenta de que la misma quedo rociada de rojo. Recibió un disparo de escopeta con perdigón 00, pero al momento no hubo amago de dolor. Se busca en la cintura y echa mano de la Beretta y trata de quitarse de en frente del ventanal cuando, con el rabo del ojo, logra divisar la amenaza armada que lo ataca desde fuera. Sin perder su refugio hace un par de disparos, quizás más de dos y el magallete cae al piso. Pero nota que hay más de uno y sale a su busca, cuando lo ve bajando la cuesta de la casa y le zumba pegándole un plomazo en un hombro. La rata no hizo gesto para detenerse, por el contrario, ni Javier Culson lo hubiese alcanzado. De dos uno y ya la pérdida de sangre pudo más que Lando. Sin embargo llegó el alivio, la amenaza real había pasado. Ahora lo importante era contener la hemorragia y sacarle la lengua al Ángel de la Muerte, quien llegó a acariciarlo, pero aun su viaje no estaba programado. Son muy pocas las veces en que la prensa destaca el que uno de los buenos se libra de hacer el último viaje, gracias a que en el momento crítico, un arma estuvo disponible para proteger su vida. Esa oportunidad no existe en la ausencia de nuestro derecho a tener y portar armas. No dejes que te quiten esa oportunidad. El derecho es tuyo. Reclámalo.
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